Reflexiones del 28 de Enero al 01 de Febrero
Nos situamos en Delhi, el 30 de enero de 1948. Son apenas pasadas la 17:00, hora local. Un hombre delgado y menudo, de unos 45 kilos de peso, setenta y nueve años de edad, cubierto con pocas prendas hechas a mano, los pies cubiertos con un par de sandalias, también éstas hechas a mano, ha subido a una pequeña plataforma para su habitual oración pública seguida por un breve discurso. Hablará seguramente sobre reconciliación. El subcontinente indio ha sido recientemente dividido. La India ya está en guerra con Pakistán -la primera guerra por Cachemira-. En los dos nuevos estados, hindúes y musulmanes son víctimas de recíprocas y feroces violencias. El hombre que ha subido a la plataforma está muy débil. Es sostenido por dos jóvenes mujeres. Hace muy poco que ha finalizado un dramático ayuno en el que ha rozado la muerte, tras haber conseguido dos condiciones básicas para interrumpirlo, a saber, el compromiso de los líderes de los partidos y de los de las diversas facciones hindúes y musulmanas, en continua lucha violenta por la calles de Delhi, para restituir y garantizar, aún arriesgando su propia vida, la calma y la paz en la ciudad; y el compromiso concreto por parte del Gobierno indio, conducido por Nehru, para pagar a Pakistán la parte del erario que según el pacto de división del subcontinente le corresponde, con la finalidad de favorecer la transformación del conflicto entre los dos países.
Entre la multitud que se había reunido para asistir a la oración pública se abre camino un hombre. Estaba armado con una pistola, una Beretta. Éste se acerca a Gandhi y lo saluda: “¡Namaste!” (¡hola!). Con la mano izquierda retira a una de las jóvenes que lo sostienen y, con la derecha, le descarga a quemarropa tres tiros. Gandhi muere al instante.
El asesino, Nathuram Vinayak Godse, es un hindú ortodoxo de la casta de los brahmanes, director de un periódico nacionalista, el “Hindu Rashtra”. Es parte de un reducido y mal organizado grupito de conspiradores, todos cercanos al movimiento ultra-nacionalista “Akhil Bharatiya Hindu Mahasabha”, movimiento con tendencias militaristas y antimusulmanas que defiende la causa de la Hindu Sanghatan, esto es, de la unificación, el restablecimiento y la hegemonía del hinduismo en todo el subcontinente indio. El primer ministro, Jawaharlal Nehru, hace el dramático anuncio: “La luz ha abandonando nuestras vidas, hay tinieblas por doquier y no sé que deciros y cómo decirlo. Nuestro amado líder, Bapu, como solíamos llamarlo, el padre de nuestra nación ya no está con nosotros...”. Los conspiradores fueron todos capturados y condenados a durísimas penas. Godse y otro de los conjurados, Narayan Dattatray Apte, que se encontraba junto a Godse en el momento en que este asesinó a Gandhi, fueron ahorcados, una forma bastante diferente a la filosofia de Gandhi. Se acercaron al patíbulo gritando: “Larga vida a la India indivisible”. Paradójicamente, era por una India unida que Gandhi había luchado durante toda su vida.
Reflexiones Infantil
Punto, un estudiante pequeño y muy especial que se siente insignificante
Una mano se alza entre la multitud,
un rayo de luz aparece en el cielo,
miles de voces cantan a un mismo son.
Somos fuerza, somos cambio, somos la
generación.
De valientes que no callan ante el miedo,
el recuerdo de las almas que cayeron
combatiendo contra el odio y el rencor.
Es por ellas que hoy cantamos hacia el cielo
que la vida vale más, que no hay que comparar:
cada paso que tú das también a mí me hace
ganar.
Todo lo que hemos callado, ahora grita libertad.
Somos aliento,
gladiadoras construyendo la ciudad.
¡Ah! Gritos al viento.
Ha llegado el momento de cambiar.
Son tus manos las que pueden ayudar.
Por las calles suena el eco del valor.
En cada rincón un poeta en silencio
se despierta con el ritmo del tambor.
Somos lucha, somos arte, somos la revolución.
Derribamos las barreras del pasado,
las palabras que segregan cuando hablamos.
Aprendimos que el secreto está en mirarnos
sin juzgar a aquel que vive a nuestro lado.
Somos aliento...
No hay más silencio,
ahora vamos a cantar nuestra verdad.
Ay, ay, ay, ay, nuestra verdad,
gritos al viento.
Ha llegado el momento de cambiar.
Son tus manos las que pueden ayudar(3).
Somos la ciudad perdida,
la que sin miedo nos da la vida.
Somos la ciudad que no te miente,
la que acepta lo que sientes.
Somos la ciudad donde se escuchan
todas las voces que luchan.
Somos aire y emoción.
Somos la revolución.
Somos pueblo sin bandera,
sin límites, ni fronteras.
Somos la ciudad de la alegría.
Y si te falta, aquí tienes la mía.
Somos la ciudad valiente,
somos un montón de gente
somos aire y emoción,
somos la revolución (2).
Somos pueblo sin bandera...
Un corazón auténtico hace que las manos den (dar)